Pensé que me quebraría en un millón de pedazos y que sería difícil volverme a armar, pero me engaño a mi misma. Me caí y levante al mismo tiempo, tuve ganas de llorar tantas veces y me tragué esas lágrimas que querían escapar de mis ojos, forzando a mi cuerpo a límites de los que no me creí capaz. Fallé y perdí la fe que me tenía, por un momento me encontré suspendida en el infinito lamentando mi situación, pero que más podía hacer así soy, exigiéndome donde no puedo y cegada ante la autocrítica.
Ahora la vida es un claro vaso de agua. Temo, sí, temo ante esta aparente felicidad y facilidad, ante esta inesperada estabilidad, temo porque todo desaparezca de un momento a otro y me quede sola. Lucho contra mis demonios, esos que me dicen que estoy sola y que lo estaré por siempre, pues para alguien como yo no hay ese alguien que me entienda; lucho contra esa parte de mi que me hunde y desvía, que me cubre los ojos con manos pegajosas y grasosas, negras de maldad; contra un ejercito de malos recuerdos y me protejo con el escudo de un mejor futuro, el de un camino claro y una vida segura.
Maldita y eterna lucha que no acaba nunca ¿por qué? ¿acaso no merezco la felicidad también?
Basta! Cállate ¿ que hace? ¿por qué te vuelves a cuestionar? ¿por qué caes en ese juego destructivo otra vez? Calla de una vez y mira lo que tienes en frente.
El miedo guiaba mi vida y cuesta correrlo de ella.