miércoles, 10 de diciembre de 2008

De una pesadilla a una realidad

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Las luces, cruzando la escena, hacían figuras de muertes horribles, chispas que reventaban las voces de los condenados, palabras de perdición que emanaba de sus bocas como bilis ácida y todo parecía tan real. Despertó sudando en una cama que no reconocía, en una habitación que no era de ella, en un mundo que la quería muerta ¿qué es esto? Tu vida. ¿qué es esto? Gritó, antes de darse cuenta que realmente nada había cambiado, todo estaba en su lugar y las cosas eran las misma, sólo ella había mutado y su mente la estaba poniendo a prueba.

Tratando de despertar se sentó en la orilla de la cama justo frente al baño, sólo en caso en que las ganas de vomitar, causadas por el dolor que lenta y dolorosamente se retorcía en ella como pequeñas almas navegando sus intestinos, la dominaran. Respiraba lento, parecía estar tranquila, pero hacía gran esfuerzo por mantenerse así, el calor que la rodeaba casi no la dejaba respirar y comenzaba a afectarle la cabeza, mas desde a fuera todo parecía normal. Ya no podía ver bien y todo giraba dentro de ella mientras la habitación se meneaba diabólicamente. Sin darse cuenta entra en un profundo transe uno del que difícilmente se podría recuperar. Con los ojos blancos, la boca entre abierta, los músculos del cuello tensos y la “mirada” perdida en los recónditos colores y figuras del techo.

Las luces otra vez. Las muertes otra ves. Los cuerpos otra vez. Se arrastraban en el suelo de inmundicias y penas, lamentos acompañaban los quejidos más tortuosos que un ser humano podía escuchar, pero no era humano. Cómo desgarran la carne de sus propios huesos sin que ella los pudiese detener ¡déjenme en paz! Como, putrefacta, se vuelve a reconstruir la historia de su vida, mierda que colgaban de sus recuerdo, orina de sus ojos y un pañuelo blanco. Blanco. Tómalo. 

En un recuerdo flotaba, ahora sumergida en una penumbra misteriosa donde no había más que dolor, mas aun se podía refugiar en el recuerdo de aquel insignificante e irrelevante pañuelo blanco. Enfocaba sus lágrimas, que ahora corrían por su cara sin vergüenza, en sus heridas y en la tortuoso llegada salada de ellas hacía sus adentros a través de la carne abierta de su espalda y sus piernas, sus brazos y cara. El ardor iba más allá y penetraba los huesos, la sangre pintaba su cara llena de surcos por las lágrimas derramadas, el punzante dolor de los cortes imaginarios, los desgarros oníricos y los quiebres fantásticos la tenían atrapada en un desesperante espiral de castigos. No merecía esto, merecía más. ¿o no?

Despierta. Un martillo que golpea su pecho la hace abrir los ojos y despertar de aquella pesadilla, un río de adrenalina que corría por sus venas reanimando los músculos casi muertos  y los recuerdos casi perdidos. Desorientada mira cuidadosamente a su alrededor, esperando encontrar algo de aquellas horribles visiones sin sentido que atacaban como sobras y llantos desde la muerte de aquel hombre, pero nada se presentó. Trato de calmarse, pero las drogas del cuerpo se abarrotaba en sus oídos y entorpecía sus movimientos, así que esperó largos minutos hasta que el recuerdo de aquella pesadillas se difuminó en las estrellas y la luz de luna que se colaba entre la cortina. Se levantó y lavó su cara con el agua más fría que las cañerías le podían dar, tratando de despertar de su vida. ¿qué es esto?

el pañuelo blanco seguía vagando en su mente, buscando algún sentido.



¿quien es aquel hombre?

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